domingo, 18 de septiembre de 2011

Recuerdo perfectamente la mañana del 5 de abril del 2003. Mexicali amaneció con un aire de Baltimore reseca, de Tepic sonrojada, de Cartagena estéril. Alguien denunció al 066 que las fachadas de Farmacias Fénix amanecieron bañadas de almíbar rosa mexicano, excepto una: la pobre, fincada en República de Brasil casi Río Mocorito, se vio cubierta de estiércol.

Un tropel de doñitas caminó por la Avenida Montejano con enérgicas pancartas, de las que reproduzco tres con benemérito respeto: 'Temblores, Baños de Pepto, Luego qué??', 'Casa fría, Máquina triste!!' y 'Chíngate, Copenhague!!!'

Un día después vino la histórica invasión de libélulas. Los inspectores de CESPM, SAGARPA y el Comité Estatal de Sanidad Vegetal, erradicaron la apocalíptica plaga rociando infusiones de CannOx, RootMan y otros pesticidas en escuelas, parques y banquetas. Todavía surgen algunas, agitando el minúsculo motor para revitalizar una insurgencia que nada nos conviene. Anoche brotó un macho de serias proporciones, en la garganta del zinc. Mi hijo sacó otro del fondo del sacapuntas, tomándolo de las antenas.

Permanece atento. Los insectos son tercos, e insolubles. ¡Mira, aquí! Una de alas anchas, delicado helicóptero prensado entre las teclas T y G de mi laptop. Me tiene harto, y se lo demuestro escribiendo con violencia GGGIGGGOLO a martillazos del dedo índice, cuatro veces. Luego una secuencia de nueve TIRITAR, nueve AGGREGATED.

La desdichada se corre una pulgada a la izquierda, bajo la erre.

RRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR-x


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